Ante el constante aumento del consumo y la demanda de energía, la actual matriz basada en combustibles fósiles, resulta un recurso finito y contaminante que no cubrirá las necesidades futuras. La solución es cambiar la conformación de la matriz reemplazando el carbón y los hidrocarburos por fuentes de energía alternativa.
¿Qué es la energía?
A lo largo de los siglos muchos técnicos, científicos y filósofos se han formulado la pregunta. Una simple definición científica de energía hablaría de:
La capacidad de un sistema para realizar el trabajo.
La energía está presente en todos los procesos de producción, distribución y consumo.
Los seres humanos utilizamos la energía para realizar trabajos tales como calentar aire y agua; transportar personas y productos; producir alimentos y productos; iluminar casas y calles; etc.
La humanidad ha basado la existencia en su capacidad de convertir la energía (por ejemplo el motor eléctrico convierte energía eléctrica en energía mecánica) de una forma a otra para que sea funcional a sus necesidades.
Así la demanda energética se manifiesta como insumo en las actividades productivas y en los servicios (salud, educación, transporte, iluminación, cocción, calentamiento de agua, calefacción, enfriamiento, tecnologías de la información y comunicación, etc.)
Energía y desarrollo
Las estadísticas muestran que las naciones más prósperas y tecnológicamente desarrolladas son también las que tienen el mayor consumo de energía per cápita.
Básicamente el consumo de energía per cápita está vinculado al nivel de calidad de vida de un país.
Cabe aclarar, sin embargo, que el crecimiento de un país y la calidad de vida de sus habitantes no están exclusivamente vinculados al aumento del consumo energético. Pues también es necesario considerar su estructura productiva (para que se consume) y las políticas de eficiencia energética (como se consume), entre otros factores.
No obstante, es posible inferir que uno de los mayores desafíos para la humanidad en este siglo es abordar el problema de la energía.
¿Porque digo esto? Veamos. La población mundial crece rápidamente (¿9 mil millones en 2040?) y todas esas personas necesitarán energía.
A la vez, el aumento del nivel de vida incrementará la demanda de energía. La conclusión es que la demanda global de energía estará en constante crecimiento.
Problema de oferta-demanda de energía
Entonces, para el desarrollo de los países y sus habitantes, un primer desafío al que se enfrenta la humanidad es un problema de oferta-demanda de energía.
La consecuencia inmediata es el impacto económico. Claramente si hay más demanda, y la oferta no cambia mucho, el valor de la energía se incrementará impidiendo el acceso a la misma de gran parte de la población. Sin embargo este escenario es opuesto a los objetivos de igualdad e inclusión que se persiguen para lograr la prosperidad global.
El consumo aumentará y el incremento de la demanda debe ser satisfecho en forma sostenible y accesible.
La matriz energética actual
Siguiendo esta línea de pensamiento el segundo desafío a enfrentar es el hecho de que la infraestructura energética global actual depende en gran medida de los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural).
Los combustibles fósiles no son más que millones y millones de años de energía solar almacenada en forma de energía química. Convertimos esa energía en electricidad o en calor para usarla en diversas maquinas, procesos y dispositivos.
Un primer inconveniente es que, en la actual matriz energética global, estos combustibles fósiles se consumen más rápido de lo que se generan en la naturaleza. Por lo tanto, no son una fuente de energía sostenible. Tarde o temprano se agotarán, aun si continuamos con las actuales tasas de consumo.
El segundo problema es que al quemar combustibles fósiles producimos los llamados gases de efecto invernadero (GEI) tal como del dióxido de carbono.
El dióxido de carbono adicional creado por las actividades humanas se almacena en los océanos y en la atmósfera. La mayoría de los científicos piensan, con cierta razón, que el aumento del dióxido de carbono es en parte responsable del calentamiento global y su consecuencia, el cambio climático, puede tener consecuencias drásticas en muchas zonas del mundo afectando los hábitats de las personas.
Estamos ante un recurso finito y contaminante.
Evidentemente la solución es cambiar la conformación de la matriz energética reemplazando el carbón y los hidrocarburos por fuentes de energía alternativa.
Este proceso de cambio viene desarrollándose desde fines del siglo pasado, abarcando dentro de las llamadas fuentes de energía alternativa a todas aquellas que no incluyen la quema de combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo).
Las fuentes de energía alternativas
Las fuentes de energía alternativas se dividen en dos grandes grupos: no renovables y renovables.
No renovables: Energía nuclear por fisión controlada en reactores nucleares en los que se produce energía eléctrica, energía mecánica o energía térmica.
Las centrales nucleares para generación eléctrica no producen gases de efecto invernadero en su operación. Usan recursos minerales finitos (uranio). Producen residuos radiactivos, difíciles de almacenar que permanecen activos durante mucho tiempo.
Renovables: Energía hidráulica, solar térmica y fotovoltaica, biomasa, eólica, geotérmica, marina. Una definición ampliamente aceptada de energía renovable es:
la energía que se obtiene de fuentes naturales virtualmente inagotables, ya sea por la inmensa cantidad de energía que contienen, o porque son capaces de regenerarse en cortos lapsos por medios naturales.
Son recursos abundantes y limpios. No producen gases de efecto invernadero ni otras emisiones dañinas para el medio ambiente.
Algunas generan problemas ecológicos particulares (aerogeneradores peligrosos para los pájaros, centrales hidroeléctricas pueden crear obstáculos a la emigración de ciertos peces).
Sostenibilidad de la matriz energética
¿Cómo hacer sostenible la matriz energética?
El Consejo Mundial de Energía, WEC, define la sostenibilidad de la matriz energética con base en tres variables:
1. seguridad energética (disponibilidad, seguridad en el abastecimiento)
2. equidad social (acceso y asequibilidad a la energía, equidad tarifaria, búsqueda de mínimos costos para asegurar competitividad)
3. la mitigación del impacto ambiental (cumplir con los compromisos del Acuerdo de París (1))
Estas tres variables constituyen un “trilema” que en su solución lleva implícita la participación de actores públicos y privados, gobiernos, reguladores y la consideración de factores sociales, económicos, recursos nacionales, intereses ambientales.
Los gobiernos están en condiciones de buscar la solución óptima para las dos primeras variables.
El tercer punto, mitigación del impacto ambiental, es más complejo, trasciende las fronteras. Es objeto del cumplimiento de normas que responden a acuerdos internacionales.
Transición hacia una matriz energética sostenible
Como hemos visto el modelo actual no es perdurable y ha comenzado una transición cuyo objetivo principal a corto plazo lo constituye la seguridad energética y el abastecimiento de la demanda.
Un modelo sustentable eficaz que contempla el cuidado del medio ambiente.
Esta transición busca incrementar el uso de fuentes de energía alternativas, incluyendo el consumo de gas natural por ser el menos contaminante y reducir el consumo de carbón y petróleo incluyendo sus derivados.
La introducción de la eficiencia energética y la profundización del cuidado del medio ambiente en las etapas de generación, transporte, distribución y consumo mediante acciones concretas basadas en planificación a mediano y largo plazo permitirán alcanzar una matriz energética sostenible tal como recomienda la WEC.
(1) El Acuerdo de Paris es el pacto Internacional para reducir la emisión a la atmosfera de gases contaminantes de efecto invernadero con el fin de atenuar el cambio climático. Fue ratificado a fines de 2015 por 200 naciones en Paris, Francia.
Principales puntos del acuerdo:
· El aumento de la temperatura global debe estar muy por debajo de los dos grados centígrados.
· El acuerdo es jurídicamente vinculante para los países firmantes.
· Fondos cercanos a los US$100.000 millones para los países en desarrollo a partir de 2020.
· Se revisará cada cinco años.